El fuego y la palabra

Hay pétalos ardiendo en el invernadero
y no ha cesado de llover.
Como en la ocultación de este poema
la vida se desgaja entre la hoguera
de cuanto no se dice
y aquello que no saben decir estas palabras
encabalgadas en el sino
de su naturaleza.
Y continúa lloviendo.
Si la tierra mojada fuera un síntoma
de su propia cosecha
todo estaría nombrado por el misterio de las aguas.
Sin embargo ese fuego inextinguible
arranca de raíz la flor y el pensamiento
que luchan con la muerte
y con el acto de nacer.
Sólo el amor del pétalo a su colocación
junto a otro pétalo alrededor de su corola,
como estas sílabas dispuestas
por el azar de sus pasiones,
hace que el propio fuego sea la vida
y que sus letras sean escritas
a través de la llama.